Robert Pattinson es la nueva imagen de Dior Homme

El actor Robert Pattinson toma el relevo de Jude Law como imagen de la línea de perfumería masculina de Dior.

Robert Pattinson podría decirse que da un paso más para dejar atrás la lánguida imagen vampírica con la que saltó a la fama. Su papel en la saga Crepúsculo, si bien le supuso el salto al firmamento de las estrellas también le aportó ciertas dosis de encasillamiento a su carrera cinematográfica.

Con imagen más cuidada el británico, encarna ahora a la perfección a un atractivo dandy. En el anuncio de la maison francesa con estilo y cierto aire canalla, consigue enamorar al espectador y a su acompañante, la modelo francesa Camille Rowe.

Robert Pattinson vive un apasionado romance en la pantalla durante el corto rodado en blanco y negro a las órdenes del cineasta francés Romain Gavras. La fotógrafa estadounidense Nan Goldin firma el espectacular trabajo de de Robert Pattinson como embajador de lujo de Dior Homme, una fragancia que mezcla notas amaderadas y ámbar. Con música de Led Zeppelin puede verse a Robert Pattinson meditando, paseando por un barracón en Manhattan, mirando fijamente a la cámara, acariciando a su partener de campaña Camille Rowe y besándola con desenfreno en un ascensor bajo el lema “Vive libre, rápido y con fuerza”. Todo ello ambientado en una playa urbana, una mansión antigua, un salón y la azotea de un rascacielos.

Una escritura que ha conmocionado todo, que se ha permitido la audacia y la sorpresa. Un golpe olfativo como solo Dior sabe crearlo trastocando las normas y las costumbres. Cuando surge, Dior Homme impone su diferencia. Una sofisticación viril de inusitada sutilidad. Dior Homme se atrevió y conquistó. Sin lugar a dudas, abrió un nuevo camino. Hoy, nos damos cuenta hasta qué punto este perfume es portador de múltiples lecturas.

Un perfume de mil rostros, con sorprendentes posibilidades. Un Iris en masculino. Sin mencionar la conmoción que producen sus opuestos. Un Iris un poco animal, que desvela hoy una faceta sensual, sexy. Con él, el Cuero y las Maderas reinventan los acordes viriles. El Ámbar, las Especias interpelan sin invadir, parece decir “sígueme, si quieres.”

Su estela no se preocupa por el efecto que produce. Existe, en toda su diferencia. Es la firma olfativa de una actitud con clase. Evoca el encanto desenvuelto de una silueta masculina decididamente contemporánea. Una actitud que huye del artificio reivindicando la sofisticación.

La esencia está compuesta en la cabeza por Bergamota de Calabria, Cardamomo de Guatemala y Lavanda de Vaucluse. En el corazón, Absoluto de Iris de la Toscana y Ámbar. Y en el fondo por Cedro de Virginia y Vetiver de Haití.

El spot publicitario se basa en una estancia a oscuras. Vestuario de teatro tirado al suelo, lentejuelas y plumas.

Acaba de apagar su cigarrillo y empieza a maquillarse escrutando su reflejo en el espejo de neones.

Esconder las ojeras, pintarse los ojos de un negro carbón y los labios muy rojos.

Exagerar todo, fabricarse una máscara para sentirse otra persona, ahí, medio desnuda en ese cuchitril sin futuro.

Respira hondo, se para en su obra maestra… Podríamos creer que él está ahí, justo detrás de la puerta. Ella percibe, mezclado a los efluvios de tabaco frío el olor delicioso que tanto amaba sobre su cuello, mezcla de madera y de flores. Suave y viril al mismo tiempo. Un narcisista de corazón tierno. Este olor, es su vida. Esperarle sin saber cómo actuar. Pequeño bastardo o caballero, a ella le da igual. Hacer lo que le place es su firma.

Con un mohín de tristeza, se peina sin convicción. Se alisa los mechones, se hace algunos bucles. Decididamente, no tiene ganas de nada. Está llena de lágrimas.

De repente, la estela olfativa se intensifica, siente ese aroma de especias y de lavanda, el abrazo del almizcle y del ámbar. Su corazón da un vuelco, se tambalea. Está ahí, surgido de la nada. Ella le sonríe por el espejo.

El Frasco tiene unas líneas nítidas, puras y masculinas. Un bloque de rigor intemporal templado por el ámbar cálido del jugo. Un color dorado que se despliega, invita y llama a la sensualidad. En el interior, el tubo negro rompe con el color envolvente, dibujando un territorio de contrastes. Una transparencia estructurada, arquitectónica. Toda la elegancia de una sofisticación depurada.

A imagen de su composición dual, el frasco de Dior Homme juega doble, viril y refinado. La herencia de la sastrería es visible, la nobleza palpable. Su belleza es intemporal. Sin edad, lejos de modas. Un objeto que guardamos, un compañero con el que atravesamos la vida.

Robert Pattinson es un actor en auge.Tan seductor como complejo.

El físico, obviamente atractivo, no lo es todo. El talento está ahí, palpable desde el principio. Una presencia magnética y un genio cinematográfico asombroso.

De él, nos quedamos con el fulgor de una mirada limpia y de soslayo. Una mirada cuya intensidad le revela tanto como marca su lado más íntimo. De este misterio que ha distinguido a todos los mitos de la gran pantalla.

Robert Pattinson es uno de los pocos actores que encarnan con naturalidad, incluso con cierta despreocupación, una modernidad evidente. Sin esfuerzo ni pose, proyecta hoy una imagen determinada, situada en el cruce de una seducción tenebrosa, de una voluntad de autenticidad y de un deseo de intensidad.

Filmado por Romain Gavras, se convierte en un hombre Dior a contra corriente de las ideas preconcebidas. Como sus míticos predecesores, Marlon Brando, James Dean, Paul Newman o Monty Clift, encarna cierta idea de masculinidad.

Una virilidad donde la vulnerabilidad marca su diferencia, la sensibilidad su fuerza. Heredero de todos aquellos que han vivido sin freno, amado intensamente y vivido con la única regla de ser libres, contra viento y marea. Y nos demuestra, si hace falta, que los ídolos son ante todo personalidades fuera de lo común que enamoran a la cámara. La elegancia de su libertad no tiene límites…

Las imágenes se suceden en un blanco y negro bañado de luz.

Aparece, ideal de carisma magnético. Primer plano, los amantes se rozan, se reúnen. Sus pieles se atraen. Mil vidas para amarse, mil vidas para vibrar. Sexy.

La cámara se aleja, captura su carrera, sus abrazos y su energía.

Se eleva por encima de él, en perspectiva descendente sobre la profundidad de su búsqueda. El ritmo se acelera, empujan al público triste de un baile kitsch donde su juventud insolente ha sido invitada. Se sumergen vestidos en una piscina con el ritmo mullido de un hipnótico plano a cámara lenta. Una carrera por la playa despierta el recuerdo de las “road-movies” míticas y poéticas. La cámara les abraza, roba carcajadas que les delatan, radiantes. El encuadre ajustado inventa un nuevo espacio tiempo, sin poder saber si estamos en París, en Nueva York, si es verano o invierno.

Imágenes cuya elegancia es intemporal, fluida.

Donde el placer se ve, la emoción aflora. El final elige el color. Distancia corta, mirada a cámara. Una película en versos libres para un hombre con mil vidas.

Montse Carreño, 04-Septiembre-2013